Testimonios – Estancias
23 de Octubre, 5 días antes de coger mi vuelo a un soñado viaje por todo el continente asiático. Y……sí , el destino me llevó a DIAFANUM. En este mágico lugar, sentada en una grandiosa piedra, fui consciente del vacío tan grande que residía en mi interior, perdida, sin saber quién era, que quería, hacia donde iba…totalmente desconectada de mi y de la vida….. Y ahí, justo en ese instante y en ese lugar, comprendí que lo más importante era poder encontrarme para seguir caminando, y esa fue mi más acertada decisión, dejarlo todo para sanarme y entregarme a ese lugar y a ese maestro que en el reside. Todo tipo de terapias, todo tipo de actividades, de charlas, experiencias inolvidables, ceremonias, rituales, cantos, danzas, constelaciones, temazcales…..….tantas y tantas cosas que aquí suceden, dieron lugar a cambiar mi vida; aprendí a caminar sin miedos, a sentír. Aprendí de humildad, transparencia y consciencia. Aprendí a conectar con mi corazón, con mi auténtico ser, a conocerme, a saber quien soy y hacia dónde voy. Aprendí que en la naturaleza está la vida y que la vida está en la naturaleza, aprendí a convivir con ella y para ella, a oírla, a respetarla, a conocerla, a comunicarme …. Aprendí, aprendí, aprendí………… APRENDÍ A SER FELIZ,
GRACIAS ROMÁN, GRACIAS PAZ, GRACIAS ARBOLES, RÍO, PIEDRAS……..GRACIAS, GRACIAS Y MIL VECES GRACIAS. Y ojala la vida, al igual que me llego a mí, le haga llegar a esos seres que se encuentren perdidos y vacíos, este maravilloso lugar para que en él y junto al gran maestro y a la gran diosa que en él reside, puedan llegar a encontrar el camino hacia su plenitud y su felicidad. AHO!!!!!
TE QUIERO ROMÁN, TE QUIERO PAZ, TE QUIERO VIDA
LucíaBUENAS TARDES ROMAN.
Después del despegue a la ciudad, al torbellino de movimientos, decirte que ha sido una maravilla el haber estado alli. La verdad, es que los cambios son claros y evidentes. Te agradezco de veras todo lo que se ha podido vivenciar en un lugar tan mágico donde Dios esta cerca de cualquier ser humano, la armonia, la paz que se respira en ese lugar es SIN PALABRAS. Ha sido un retiro, magnifico, y todo se confabulaba, fluyendo, sintiendo y vivenciando. Volveremos a repetir experiencias tan magnificas como esta. La verdad, es que los cambios son evidentes y en esta loca ciudad nos queda experimentar la calma ante el caos. Te deseo lo mejor. Besitos
MartaRomán, Noche Eléctrica Azul al servicio de la abundancia espiritual, faltan palabras en mi vocabulario tridimensional para poder expresar tanta gratitud. Gratitud hacia ti Román, corazón del bosque, por permitirme y confiarme el cuidado de este espacio del bosque, donde todo acontece desde el más profundo amor, del ensueño… y en inmensa alegría; te agradezco por abrir este espacio (Diáfanum) para el reencuentro de los seres humanos y la madre naturaleza, que nos entrega el abrazo encantado del bosque, de los poderosos castaños, sauces, robles, pinos… permitiéndonos compartir diferentes conocimientos y saberes, abriendo nuestras percepciones…
Ha pasado una luna, la Luna Auto-existente de la forma, encontrando la forma de acción abarcando dos ondas encantadas (de trece días cada una) la de la Semilla, para poder abrirme de nuevo, volver a reconectar mis raíces con el resto de la natura y florecer; Y la de la Tierra, que comenzó con la ceremonia de acompañamiento a las almas. Gracias Almudena. Y que activó la sincronicidad y me permitió navegar en el tiempo, vivir en el tiempo presente y disfrutar del tiempo…
Gratitud a mis guías por traerme de nuevo a este lugar y guiarme en las poderosas caminatas de poder… Gratitud a esta montaña sagrada por darme cobijo, por permitirme ingresar en algunos de sus rincones mágicos, donde las hadas y los duendecillos juegan, cantan, danzan y revolotean con gracia y confianza mostrándome como percibir con todos los sentidos y disolverme en su mundo (mi mundo); por los auténticos santuarios de piedra con sabiduría (medicina ancestral); por sus cuevas, refugios de piedra que conectan la búsqueda de visión… mi ser emergiendo y fortaleciendo.
Gratitud al Gran Espíritu, por regalarme sus rayos de sol, por los baños de la abuela luna, por las gotas de lluvia, por las partículas de agua que bañaron y purificaron mi cuerpo, y el cuerpo de la tierra misma, por los aromas de la tierra, a la tierra húmeda, al escaramujo, a la aromática rosa roja que brotó, a media luna, como la sangre. Gracias por la abundancia de frutos, las castañas, boletus, níscalos, llantén, etc. Por el huerto, por la leña que nos entregas para calentar nuestros cuerpos. Por el agua pura y cristalina que limpia y cura nuestras células reconectándonos con lo Divino. Por el fuego que me recordó conectar y comunicar con él y me dio impulso. Por las primeras heladas y la visión de la nieve coronando los cerros de enfrente. Gratitud por todos los regalitos cósmicos, por el intercambio de miradas con el joven corzo, con las ardillas, por el ala de buitre que se presentó tras la caminata de poder en Viento Rítmico, plumas para comunicar con y desde el espíritu, por los 7 buitres que sobrevolaron mi cabeza en el alto de la Abantera, por el canto de los jilgueros y lo mirlos, por la pareja de cuervos vigías que alumbran el día con su graznar, por las salamandras de Gredos que me visitaron en los días que transitábamos entre las nubes, por las noches llenas de estrellas brillantes, por las estrellas fugaces de antes del alba, por las naves que se mostraron informando del advenimiento del nuevo tiempo, por las nubes y sus mensajes, por los amaneceres y puestas de sol espectaculares, por el doble arco iris que iluminó a Diáfanum, y a mi corazón… Y por tantas y tantos instantes vividos y percibidos cada “Aquí y ahora” que serían imposibles de describir con palabras…
Gracias Román, gracias Almudena. Gracias, gracias, gracias. Bendiciones. Os amo. En felicidad
Paz Lunaotoño 2012El grito de socorro que hice hacia el Universo ha sido respondido ubicándome aquí –en Diafanum.
Un sitio donde aprendes, reconectas, recibes, lo pasa muy bien, lo pasas muy mal y si te atreves, tocas fondo… y si te atreves, te superas…
Esos 20 meses que pasé aquí han sido la universidad de la vida. Lloré mucho, sufrí mucho, pero después de cada purgatorio venía la reconexión conmigo misma, venían regalos personificados en bella gente que se reúne aquí. La gente transparente, sin máscaras, trabajando su interior y dando su luz a todos los necesitados.
Yo –tan mental– he comenzado a sentir los árboles, la Tierra, el monte. ¡Los siento de verdad! El propósito de Diafanum se cumple en mi. Y siendo mental, cuadriculada, medio-achunita me voy de aquí con mi alma cambiada. Re-conectada con la naturaleza.
Todo este proceso no hubiera sido posible si no fuera por el apoyo que recibí de tanta gente… Román –el agradecimiento que siento hacia ti no me cabe en el pecho. Se expande afuera ¡lo dejo en el bosque. Me has abierto las puertas de tu casa, de este lugar mágico y me has permitido crecer. No se como puedo transmitirte lo agradecida que estoy! Andresito –mi ángel de guardia, paciente, amoroso. Xurxo, Paz, Antú, Guille, Evita, Sarai y tantas, tantas personas –¡¡¡GRACIAS!!!
Gracias a mi Condado, al bosque, al monte…
Me voy de aquí contenta. Hice un buen trabajo. Agradecida. Gracias a la gente con ideas descabelladas como la de hacer Diafanum realidad –con eso se cambia el mundo.
Gracias desde mi corazón.
Marta – la Condesa
¡Volveré!
Marta - La CondesaDIÁFANUM
Una canción poderosa resuena en mi cabeza mientras escribo esto. Justo acaba de anochecer y en la casa grande se ven luces en todas las habitaciones. Escribo en el ordenador de Paz; en su pequeña casita de madera. A mis espaldas mi piel desnuda es dulcemente acariciada por el candor de un fuego reposado. Frente a mi… ¿Cómo describiros lo que tengo delante? Belleza apasionada, gracia divina. No es sólo un paisaje desde una ventana. Hay una estrella, que nos acompaña todos los anocheceres desde que vivo aquí, hace ya unos dos meses. Aparece por donde el sol se pone, como si tomase el relevo desde la orgullosa cumbre de Almanzor; Donde comienza su andanza hacia el norte, surcando el cielo por encima de la tenue silueta del macizo de Gredos.
Lamento no poder ofreceros más que palabras, estos pequeños frasquitos de tiempo. Cuando llegué por primera vez a Diáfanum sólo sabía que era un lugar donde se trabajaba la salud del espíritu, del alma y del cuerpo. Un espacio que se ofrecía a distintos grupos de trabajo. Yo venía a conocer a Víctor Truviano, en mi primer contacto con la respiración sagrada, la conciencia pránica. El prado de los castaños te invita, de inmediato, a entrelazarte con la naturaleza. Los colores del bosque te mecen, te cobijan, te inspiran.
Tengo que aclarar, que yo no era un simple turista espiritual… Soy un personaje peculiar. 13 años de meditación empezaban a florecer físicamente dentro del cuerpo. La llamada de la gloria eterna me había hecho abandonar todo en su favor; Literalmente. Una mochila de 25 litros y algunos cientos de Euros era todo mi abrigo en este basto mundo. También cargaba con una historia pesada en forma de dolor en los omoplatos, fruto de una mala postura ante la vida. Una humildad y un sacrificio mal entendidos. ¿Cómo enumerar todo lo que he encontrado en Diáfanum? ¿Cómo dar las gracias? Supongo que lo mejor es contar los hechos en orden cronológico:
Llegué a los montes de Gredos en autobús desde Madrid, donde acababa de vender mi querida Gaia, Una furgo de 17 años exquisitamente camperizada. Había sido mi casa perfecta, con un jardín diferente cada día, durante un año; pero se me acabó el dinero y tuve que seguir a pie. No sabía lo que me iba a encontrar en el pueblo de Santa Cruz del Valle a tan altas horas de la noche. El autobús llegaba más tarde de las 11, así que tanteé con el conductor la posibilidad de parar en el camping de Prados abiertos. Le debí caer bien porque, después de dejar claro que no le permitían hacer paradas ajenas al itinerario, accedió rápidamente. A la mañana siguiente me desperté sin prisa para enfrentarme a una pequeña caminata bajo un sol de justicia. Santa Cruz del Valle me acogió solitaria con sus reconfortantes fuentes de agua fresca. Un pueblo pequeño y tranquilo, de montaña. Apenas vi gente en sus calles. Llegaba 3 semanas antes del encuentro con Víctor, preparado para hacer vivac en aquellos bosques, así que pasé el pueblo de largo sin mucha atención. Lo primero que quería hacer, no obstante, era localizar Diáfanum. La verdad es que sentía mucha curiosidad, una expectación contenida por conocer tan misterioso lugar, ubicado en el prado de los castaños. Seguí las indicaciones que me habían facilitado y llegué al lugar a la primera. Incluso me pareció un poco raro que todo fuera tan fácil. Tras la entrada principal había dos caballos enormes y preciosos, uno blanco y otro negro, cercados con cinta electrificada.
-Los guardianes de Diáfanum –pensé inocentemente.
Al verme junto a los portones ellos se acercaron curiosos, muy tranquilamente. La puerta no estaba cerrada con llave, pero yo no he tratado nunca con caballos y no me atreví a pasar. Tampoco había timbre alguno al que picar, así que decidí darle una vuelta a la finca por fuera. Mientras caminaba por un camino colindante pensé que allí no había nadie, y que era una pena no poder echar un vistazo dentro de la finca.
-¡Si al menos tuviese alguna chocolatina, podría ganarme a los caballos! –estaba pensando justo cuando, mirando abajo, ¡vi una barrita de cereales con chocolate tirada en el suelo!
Sé que puede parecer novelesco, que me lo estoy inventando o algo así, pero es exactamente como ocurrió. Sin embargo, no me sorprendió en absoluto. 13 años de meditación dan para muchas casualidades de este tipo. Aún no sé explicar científicamente como suceden, pero a medida en que te adentras en la meditación el presente se fortalece. Es como si entraras en una corriente de sucesos en los que todo está comunicado más allá del tiempo y el espacio. Sin embargo, no usé la barrita para ganarme a los caballos. Me di cuenta de que podía entrar en la finca por otro lado y me comí la barrita. Debía llevar mucho tiempo allí tirada porque estaba rancia, desfigurada por el calor. Creo que no se la habrían comido ni los caballos, pero no me sentó mal. Sorteando por fin a los guardianes, pude llegar al porche de la casa grande. Probé de abrir la puerta, pero estaba cerrada, confirmando mi pensamiento de que no había nadie en el lugar. Me llamó poderosamente la atención una cabañita de madera en la parte alta de la finca.
-Debe ser un lugar de meditación –pensé mientras bordeaba la gran casa de piedra. Atreviéndome a entrar un poco más en la finca, de repente me encontré con dos coches aparcados entre los árboles. Aunque no estaba haciendo nada malo, me sentí como un intruso en un lugar privado, y salí corriendo por donde había entrado. Tiempo después pude conocer que siempre hay alguien en Diáfanum.
Pasé una semana en aquellos bosques. Pero estaba demasiado nervioso para empaparme de su belleza. Sólo fue remarcable el encuentro con una joven corza, que me hizo recordar un cartel que había leído desde el autobús en el que se leía: “fuente de la cierva”. Aquella noche calló una tormenta que no paró hasta la mañana. Sin poder moverme del Vivac soñé que me compadecía de un cachorro de perro al que rescataba de la intemperie. Al amanecer aproveché un momento en que la lluvia amainaba. Recogí a toda prisa y me dirigí al pueblo a grandes zancadas. No tardé en conseguir un alquiler barato por dos semanas. El piso se alzaba en una segunda planta en la misma plaza del pueblo, junto a la iglesia y el ayuntamiento; Con unas vistas privilegiadas de las montañas de Gredos. Allí pasé dos semanas muy tranquilo, esperando el gran momento de conocer a Víctor Truviano. No se conoce todos los días a un hombre que lleva años sin ingerir alimento.
Santa Cruz del Valle es un pueblo pequeño. Sus habitantes están ávidos de conversaciones nuevas, y acogen al forastero con curiosidad. Yo siempre les decía que venía a hacer un curso de meditación en el prado de los castaños.
-Ah, ya, ¿Dónde Román? –contestaba la mayoría.
Y así pude conocer las dotes curativas de Román, el enigmática patrón de Diáfanum. No sólo era el dueño, o el organizador del lugar, también era un curandero reconocido. Conseguí su número de teléfono y le envié un mensaje pidiéndole hora para mi espalda, pero no me contestó. Desde el total desconocimiento, me imaginé a un altivo y extravagante chamán de los bosques, apartado del mundo terrenal. No me podía permitir llamarlo, no se fuera a creer que lo necesitaba, aunque esa era la verdad. Extrañamente, yo no había ido a un curandero en toda mi vida, y era la primera vez que me abría a esa posibilidad. Decidí esperar acontecimientos; Todo lo que fuera a suceder debía estar ya escrito en algún lugar. Aunque siempre quise ser dueño de mi destino, cuando te sumerges en el absoluto presente… se lo entregas a la divinidad.
Manuel, el organizador del evento con Víctor Truviano, fue muy amable y atento. Quería procurarme un transporte del pueblo a Diáfanum, pero le dije que no se preocupara, no tenía ningún problema por subir caminando. Era tan sólo un paseo de una hora. Él lo dejó todo en el aire, exhortando a la sincronicidad de los acontecimientos. El día señalado aún caminaba por las calles del pueblo cuando un coche paró unos metros por delante.
-¿Antonio? –llamó alguien desde dentro del vehículo.
-Yo mismo –dije jovialmente mientras seguía caminando hacia ellos.
Eran Manuel y Víctor.
-Hermosa manera de conocernos –dije a Manuel mientras le abrazaba.
El coche era de tres puertas. Una vez colocados los bultos en el maletero, saludé a Víctor con dos besos en las mejillas y me senté en el asiento de atrás.
-¿Te habrá sorprendido que te recogiéramos de esta manera? –quiso saber Manuel.
-En absoluto –respondí yo- este tipo de cosas me suceden desde hace tiempo. No sé exactamente como funciona la sincronicidad de acontecimientos, pero funciona –quise argumentar desenfadadamente.
Supongo que cuanto menos imposiciones le presentas a la vida, más fácilmente ella te lleva donde necesitas. Y así fue como llegué a Diáfanum por primera vez, de manera oficial; Realmente bien acompañado. En el corto trayecto por la pista de tierra que cruzaba aquellos bosques, guardé silencio la mayor parte del tiempo, pero aún así pude notar lo tosca que era mi energía frente a la de Víctor. Parecía movido por impulsos gráciles, en constante respeto por todo.
-¿Estás preparado? –quiso saber volviéndose en el asiento para mirarme a los ojos, con unos ojos negros y profundos como dos pozos de agua oscura.
-Depende de lo que venga –contesté yo, imbuido de falsa modestia.
Víctor parecía tan poca cosa que se pudiera romper en cualquier momento, pero emanaba de él una energía reposada en los cimientos del mundo, llena de todas las músicas.
-Víctor, estoy preparado para cualquier cosa –quise aclarar en la siguiente oportunidad, cuando él ya subía por la escalera hacia su habitación, en la casa grande de Diáfanum. Víctor sólo sonrió desde los últimos escalones, después de observarme con una atención tan profunda que parecía paralizar el universo. Su inocencia desbarataba toda pretensión. Ante su sencillez cualquier movimiento de la mente resultaba tosco y desafortunado, con imposiciones pesadas y antiguas.
Diáfanum nos esperaba con las puertas abiertas. Aunque en el portón de la casa grande había un gracioso cartel que decía: “Por favor, cierren la puerta para que no entren moscas” con una mosquita traviesa volando en espiral. Yo estaba expectante por conocer a Román, pero en su lugar nos recibió Paz. Una mujer con una imponente presencia, que contrastaba con su trato amable y servicial. Frente a sus rasgos severos y unos ojos verdes que parecían escudriñar el alma, sus labios tocaron lánguidamente mis mejillas. Después de presentarme a Andrés, un hombre joven con barba, que también formaba parte de la tripulación del barco, me invitó a elegir habitación. Cuando caminó delante de mí pude ver su espalda descubierta, totalmente tatuada. Entre complicados grafismos que emulaban instrumentos sagrados, símbolos misteriosos, figuras orgánicas y animales mitológicos, pude identificar a una mujer con ojos en trance, en pleno ritual .
Me gustó una habitación desde la que se podía ver la cabaña de meditación, delante de la cual ahora se encontraban los caballos, que habían cambiando de zona para que hicieran buena cuenta de la rica hierva verde. Me encontré a Román en aquella misma habitación. Un hombre de aspecto afable y campechano que enseguida me preguntó por la espalda, confesando de inmediato que no había hecho ningún caso a mi mensaje. Yo le quité toda importancia y Román, exhortado por María Jesús, compañera de habitación, me dedicó un canto de armónicos. Cerré los ojos para escucharlo y me sorprendió verdaderamente. Ni siquiera había oído hablar de nada parecido. Junto a su voz se percibían sonidos agudos que surgían mágicamente, quien sabe de donde.
-¿Dónde escondes la armónica? –le pregunté bromeando cuando dio por finalizada tan hermosa exhibición.
Con 11 compañeros, me senté en la sala ceremonial junto al maestro. Y precisamente, Víctor comenzó hablando de ello:
-Le tengo mucho respeto a esta palabra, pero yo no soy un maestro. Sólo soy un acompañante en el proceso que vais a experimentar durante los siguientes 11 días.
Y quiso dejar muy claro que el ayuno no era lo más importante del proceso. Nos animó a estar muy atentos a lo que ocurría tanto fuera como dentro de nosotros, a volvernos contemplativos, a crecer en conciencia. Aconsejaba silencio, pero no le gustaban las prohibiciones. Especialmente nos recomendó que aprovecháramos la oportunidad de no hacer nada, tan poco frecuente en los tiempos que vivimos.
Personalmente, en estos 11 días experimenté la gran flexibilidad de la existencia frente a nuestras viejas ideas de lo que es necesario y lo que no. Observé cómo mediante la vieja mente acotamos las grandes posibilidades del cuerpo; Cómo lo llenamos de falsas necesidades. Aprendí mucho, también, del modo que tengo de relacionarme, y el rol que tomo de manera automática, tan limitante e innecesario. Pero, sobre todo, en estos 11 días inicié una nueva relación con Dios; No tan sagrada y seria; más cercana y alegre, más desde el corazón que desde la cabeza.
Acabado el proceso salí de Diáfanum enamorado de Víctor y de Paz, del primero en sentido fraternal. Pero en aquel momento era muy difícil estar agradecido con Andrés o Román; Diáfanum es el zapato cómodo que el pié no nota, su servicio es discreto, sin pretensiones, como el de los ángeles del cielo. Su mimado bosque te acoge lleno de conciencia, como una madre comprensiva de la que el hijo se ha olvidado. Trabajan allí elfos y duendes, “hobbits” y hadas etéreas, que te devuelven a la realidad.
Tras pasar por Madrid me fui a la sierra de Guadarrama, pretendiendo integrar todo lo que había experimentado en el proceso. En poco más de 20 días estaba de vuelta en Diáfanum. Después de una corta luna de miel comencé una estancia de terapia integral con Román, el guardián del bosque. Mi problema de omoplatos fue cercado desde todos los flancos. Para empezar, diariamente ejercitábamos lo que llaman en india “Karma yoga”, trabajo comunitario desinteresado con el que se limpia el alma. Casi nunca eran trabajos muy pesados y el contacto diario con la naturaleza, yo creo, causaba la mayor parte del efecto de purificación. Resultaba reconfortante la recolecta del huerto, de los árboles frutales y el bosque. Hicimos mermelada de todos los tipos; Sobre todo de Moras y de higos. En época de setas el bosque explotó en infinidad de casitas de pitufo. Al principio resultaba emocionante, pero pronto nos vimos desbordados, aparecían nuevas setas por momentos. Paz decía que era un año de abundancia en todos los sentidos ¿Alguien se imagina por que llaman al lugar prado de los castaños? También recolectamos nueces; Me pasé partiendo unas pocas toda una tarde. Pero una de las cosas que más me gustaban era saludar a las gallinas todas las mañanas. Me vi ofreciéndome voluntario para subirles el cubo de desperdicios orgánicos; Y acabé haciéndolo todos los días. Paz las llamaba “mis niñas” y, la verdad, eran animales muy agradecidos. En cuanto veían el cubo rojo se ponían a cacarearlo alegremente. Cuando los trabajos eran más duros, como regar los arbolitos a fuerza de cubos, o mover leña, la acción se convertía, más que nunca, en meditación dinámica, ya que era recomendable acentuar la atención para no causar un sobreesfuerzo muscular o alguna lesión más grave.
Un día, me dolía tanto la espalda que por fin pedí ayuda a Román, de manera taxativa y directa. Me costó tragarme el orgullo, pero realmente lo necesitaba; Ahora no me arrepiento. Inicié así un proceso interesantísimo de autodescubrimiento, en el que Román, con toda su sabiduría e intuición, jamás se mostró superior, sino un inestimable compañero con el que dirigirse al centro del problema, y así poder disolverlo. Para empezar me hizo un masaje que me alivió un poco, pero creo que sobre todo lo usó para hacer un reconocimiento físico del asunto a tratar. Efectivamente, la tensión de la parte superior de la espalda se podía palpar. A Paz le comentó, al día siguiente, que estaba hecho polvo. Durante aquella sesión también usó un poco de su magia vocal. Cada vez que escucho a Román cantando armónicos me quedo paralizado, mi alma entra en un profundo silencio, es como experimentar músicas ocultas por mucho tiempo. En esta ocasión, tumbado en la camilla, me dejó grogui. Me transportó a un estado de máxima relajación. Días después -no se precipitó en publicar ningún diagnóstico- comentó que creía adivinar las causas psicosomáticas de mi dolor. En Diáfanum existe la costumbre de hacer todos los miércoles por la tarde algún tipo de actividad espiritual comunitaria, sea canto de armónicos, giros sufíes, toque de cuencos, gongs, etc. Una de estas tardes hicimos una danza “Tandava”, un ritual yóguico de Casimir, que consiste en dejar que el subconsciente mueva el cuerpo al son del tambor. Los cantos chamánicos de Román hicieron muy sencillo adentrarse en el mundo de la intuición. Paz y Andrés se metieron en seguida, y permanecieron en un delicado trance durante casi una hora. A mí me costó un poco más pero una vez dentro me dejé llevar como nunca. Hice todo los movimientos que me apetecieron, en los que los brazos, especialmente los hombros, tomaron mucho protagonismo. El cuerpo quería terminar con esa tensión en los omoplatos y, como en la sesión de masaje, se consiguió mucho alivio, pero el problema parecía agarrarse a aspectos cotidianos que iban más allá de lo estrictamente físico. Inconscientemente realizaba un sobreesfuerzo muscular localizado, mediante alguna sutil pero constante actitud desequilibrada ante la vida. Había que explorar posibles traumas en las relaciones familiares que me pudieran hacer reaccionar defensivamente. Para ello Román me ofreció una sesión de psicoterapia llamada “Constelación familiar” que realizamos con la inestimable ayuda de Andrés y Paz, que personificaron a mis padres y a mis ideales. Tras terminar abrazado felizmente a mi total realización representada por Paz y Román, el doctor astral me hizo una recomendación muy interesante: Debía escoger dos objetos que representaran a mi madre y a mi padre, y con ellos postrarme en un ritual diario de agradecimiento, durante el tiempo que creyera necesario. En el porche de la cabaña de Paz escogí una piedrita redonda para representar a mi madre y una cuadrada para mi padre, tomándolos como representación inmediata de todos mis ancestros. Las dos piedritas eran principalmente blancas, con algunas manchas grises y negras, que parecían pintadas por un mismo artista. Y Hasta tres veces al día les agradecí todos sus esfuerzos y sufrimientos, que por fin encontraban en mí, ancestral cumplimiento. Y aunque tanto dolor jamás pueda ser base de ninguna alegría, reconocía en voz alta su lugar ineludible en el universo, como el barro del que surge la sagrada flor de loto. Así hice partícipe al corazón de un profundo respeto a toda mi rama familiar, dedicándoles el hermoso fruto de mi felicidad. Esta limpieza ancestral culminó un misterioso día en el que Diáfanum amaneció rodeados por las nubes. Yo había trabajado muy duro toda la semana, así que decidí tomarme aquella mañana libre. Cogí las dos piedritas, que guardaba en la mesita de noche, y me dirigí a un lugar muy especial que aquí llaman “el fin del mundo”. Allí hice el último acto de gracias a mis padres y todo su linaje, tras lo cual brotó un canto lleno de regocijo al borde de aquel infinito invisible, al que lancé tan fuerte como pude las piedritas. En ese momento un claro se abrió entre las nubes y pude ver el largo recorrido que hicieron hasta encontrar suelo entre los pinos de más abajo. Rápidamente el claro fue engullido de nuevo y sólo fue visible el blanquecino manto de nubes que reinaba en aquella inmensidad.
Cuando digo que inicié en Diáfanum un proceso terapéutico integral, no lo digo porque así me lo presentaran, sino porque efectivamente así fue. Un buen día Román me ofreció la disciplina con la que acabaría de solucionar mi problema de omoplatos. Chi kung es una rama muy honrosa del Thai Chi que me ayudaría a ser más consciente del cuerpo y su equilibrio en movimiento. Me introdujo en la gran maravilla de mover energía más allá de nuestras ideas preconcebidas de lo físico. Román me había visto estirar la espalda con muchos aspavientos. Incluso había usado una cuerda atada en la estructura metálica del porche de la casa grande, que me aliviaba ciertamente, pero no solucionaba nada. Así pues me indicó que no lograría curar al cuerpo a través de la fuerza, sino a través de la comprensión. Por tanto, cuando me enseñaba un nuevo movimientos ponía hincapié en que no forzara el cuerpo en ningún punto, sino que le sugiriera con respeto el nuevo camino a seguir. Al fin y al cabo el cuerpo es el templo donde trabaja la multiplicidad al unísono, constituyendo el más claro ejemplo de armónica colaboración.
Y así, empecé a ser consciente de cómo todos mis problemas psicológicos confluían en los omoplatos, a través de un gesto inconsciente de subida de hombros. Al principio me resultaba pasmoso notar como esta tendencia no cesaba de activarse a cada momento, durante todo el día. Cuando me enfrentaba a cualquier trabajo tendía a subir los hombros, como si fueran mi único punto de apoyo. Me costó mucho aceptar que este desajuste derivaba de un profundo sentimiento de desamparo y soledad. Cuando me enfrentaba a cualquier situación social, notaba los músculos tensándose, como los de un boxeador poniéndose en guardia, nuevamente solo ante la adversidad. Y también cuando me enfrentaba al dolor ajeno tendía a subir los hombros, cargándome inmediatamente de culpa, como si tuviera toda la responsabilidad. Este último no era un problema pequeño, pues desde que recuerdo he padecido este extraño síndrome del salvador de la humanidad. Siempre solo, cargando con todo el dolor que me pudiera encontrar. Ahora por fin sé que nunca estuve tan solo. Gracias Andrés, Gracias Román, Gracias Paz.
Diáfanum es el lugar perfecto para reconfortar cuerpo, alma y espíritu. Todo va más allá de lo que se pueda decir con palabras, como luz viva, amor fraternal o reciprocidad. Diáfanum es un lugar que cuida a las personas porque es profundamente cuidado por las personas. Cada árbol de su bosque es delicadamente respetado y protegido; Un bosque mimado con canto de armónicos y honrado con numerosos rituales para la tierra. Mi última experiencia en Diáfanum hasta la fecha podemos llamarla Pio, Chamán Peruano que limpia el alma, alegra el espíritu y glorifica la energía a través de cantos poderosos, llamados Ícaros, y una profunda sabiduría ancestral de la naturaleza humana, enraizada en la tierra. Tras la última ceremonia de un proceso de limpieza de tres días, sentí tal gratitud que no sabía como expresarla. Así se lo dije a Román, que inmediatamente contestó:
-¿Por qué no lo escribes?
Y eso he hecho, pero ni así he podido expresar todo lo que tengo que agradecer. Para enumerar todo lo que me llevo de esta experiencia de dos meses en Diáfanum… tendría que escribir un libro, ya que esta diáfana experiencia se ha erigido como resplandeciente culminación de una larga búsqueda. Si me pongo a recordar, momentos tan entrañables, son tantos los pequeños momentos de iluminación que he vivido, que podría poner uno en cada estrella.
Especialmente gracias Román, por este hermoso sueño, tu misión, tu gran gesta, obra y legado; Gracias por este bello foco de curación de la tierra, a través de curar a la gente. Muchas gracias por Diáfanum, que espero siga creciendo y te sobreviva, como un esplendoroso árbol plantado amorosamente para las generaciones futuras. Nuevamente y para siempre, Gracias Román.
Firmado por Antú, afectuosamente, en el último día de Noviembre del año 2014.
Antúotoño 2014Hola, hace aproximadamente un año tuve la fortuna de convivir con los seres visibles e invisibles que habitan Diáfanum.
Una semana antes del Encuentro de Armónicos soñé que me quedaba hasta el equinoccio de Otoño. Ese día llamé a Román, le conté mi sueño y todo se cocreó para que mi sueño se hiciera realidad.
Hasta entonces había podido disfrutar de ese mágico lugar en encuentros y nunca se había dado la oportunidad pasar una estancia larga y disfrutar un retiro.
Mi experiencia fue maravillosa, sentir la montaña y la naturaleza en toda su fuerza y esplendor, su calma y sosiego y tantos matices y colores y olores estimulando todos mis sentidos. Sentir el ritmo natural de la madre tierra, como el sol aparece por el horizonte siguiendo su curso hasta que desaparece para permitir que la noche haga acto de presencia, y lo llene todo con la luna y el manto de estrellas. Quedarme totalmente ensimismada viendo a los lagartos, mariposas, abejas, buitres leonados y tantos y tantos animales, plantas, piedras, cada uno con su presencia única.
Escribiendo estas palabras me vienen estos recuerdos y se me llena el corazón de AMOR hacia Román, los hermanos y hermanas que habitan DIÁFANUM y todos los seres con los que he convivido.
Siempre que he ido allí he vivido experiencias maravillosas y aprendizajes muy profundos que me ayudaron a continuar caminando y a saber que otro mundo es posible.
GRACIAS INFINITAS por crear un lugar maravilloso y GRACIAS INFINITAS a Román, Paz, Antú, Liliana y todos los que me ayudáis para que pueda seguir disfrutando de este mágico lugar.
Y GRACIAS a mi Ser que me empuja cada año al encuentro con esa MONTAÑA SAGRADA.
Helena Claire Acciónverano 2017A veces llegamos a algún lugar sin saber por qué. Nuestra mente no puede procesar el futuro solo conoce el pasado e intenta modelarlo al momento presente. Las mejores decisiones son a veces estas, que tienen poco sentido, haz lo que menos sentido tenga dicen.
Diafanum no es un lugar adonde llegas guiado por la mente. Llegas porque recibes una llamada, que no entiendes, pero vas. Una vez allí, intentas encontrar un motivo, una guía, un manual, pero no hay. Es la metáfora de la vida, no hay nada escrito, lo vas escribiendo tú. Mi gran aliado ha sido el bosque. He llegado así sin motivo y sin rumbo y la presencia humana no era lo que más buscaba… Pero buscaba algo… en seguida el bosque me oyó, me acogió me hizo un huequecito y me empezó a enseñar. No he tardado nada en entrar en el proceso, quizá los primeros días intentando encontrar el sentido a mi estancia y cuanto más buscando, menos encontrando. Sabemos que no funciona así, pero nos empeñamos Dios sabe por qué.
Al principio solo pensé, sin sentir entonces que era una buena escapatoria de todo y todos, pero el trabajo ha sido constante. Cada tarde y noche recibía todo lo que tuve que recibir, y por qué obviamente he venido. La llamada de la naturaleza es sutil, pero constante, estas sensaciones que dices, pero de donde viene esto. La naturaleza es algo que siempre te va a recargar y el bosque de Diafanum está a nuestro o servicio desde muchos años. He pasado por muchas técnicas de terapias, algunas más sofisticadas que otras y algunas funcionan pero hay que aceptar el proceso de integración igual que con las experiencias, los encuentros, y los acontecimientos. La terapia allí es simple y a medida de cada uno. Hay presencia humana, hay trabajo que hacer, y también hay posibilidad de estar en su espacio propio, siempre se respeta el proceso de cada uno…he podido asimilar muchas cosas gracias a poder estar sola y dejar que el bosque me entre y me limpie, me energetice y me calme, dependiendo del momento…durante 6 semanas he meditado diariamente muchas horas metida en la zona verde donde solo cura la Pachamama y sus aliados. No se puede explicar, creo que se tiene que vivenciar. Si uno tiene la llamada aconsejo seguirla y ver que trae. El tiempo es una noción y cada uno puede necesitar lo que necesite, pero hay instantes que valen años y a veces un momento, puede arreglar una vida entera.
Me consideraba de naturaleza rebelde pero allí se puede entender que al final la única rebeldía que existe es contra nosotros mismos o como decía Krishnamurti la única revolución es la interior.
El agradecimiento va directamente como una flecha a Román, el guardián y al bosque su compañero frondoso. Mucha gente va y viene algunos se quedan, nada está escrito. Se puede salvar una vida siguiendo unos pasos simples, pero hay que dar el primer paso… la magia consiste en poder realmente entrar en la dimensión del por qué estoy donde estoy, y dejar entrar lo que tiene que entrar y soltar lo innecesario, como se dice, cargamos con las montañas que solo teníamos que subir y bajar. Los espíritus del bosque ayudan a aclarar y calmar la mente en primera instancia, y después, como cada trabajo orgánico, ya se procederá lo que sea necesario en cada caso, y lo que realmente pide el cuerpo, aunque a veces no somos conscientes de eso. Allí el proceso se pondrá en marcha si te dejas o simplemente te llevará si pones un pie en Diafanum, o dos…
Meditaciones, visualizaciones… Sensaciones… Canalizaciones… Tomas de consciencia van llegando…todo a la carta. Igual la terapia de sonido que se efectúa allí es un enlace para conectar más rápido. Los cantos armónicos son una poderosa herramienta para comunicar con las energías nuestras y más allá. El bosque canta contigo pero tienes que empezar. Yo diría que la magia no llega a quienes no creen en ella. Déjate sorprender. Déjate creer. Yo empezaría por ir a pasear por el bosque al anochecer …Párate un rato. siéntate en una piedra…cierra los ojos y espera…espera…un poquito más…más.💚🌿
Eva, verano 2022
Eva Zoladzverano 2022Tan nómada yo, tan sin brújula
Y aquí encontré un ancla que no pesa
Que me ayuda a extender las alas.
Tan culpable, perdóname,
Tan lo siento. ¿Estoy molestando?
Y encuentro un hueco con mi forma,
donde encajan mis engranajes, mis miserias
Se aceptan aquí mis grandezas, mis girones sueltos.
Aquí venía a buscarme, y os encontré a vosotros,
Que me hacéis mirarme donde sola no me llego,
Espejitos, espejitos mágicos, decidme:
¿quién es la más afortunada del lugar?
Os miro, hay tanta belleza,
Y tanta oscuridad,
que las mías, mis luces y mis sombras
se van abriendo,
más fácil, más adentro.
Os miro, y aprendo tanto,
De vuestros lidiares con la vida,
De vuestros saberes, de vuestros fallos.
Os vivo, y me enorgullezco de vuestros logros y alegrías.
Os vivo y me contagio. Me siento tan privilegiada
Por vuestras bromas, las risas, los abrazos.
esta intimidad, tan indiscreta, tan cómplice
La ternura, el cariño, el cuidarnos.
Aquí me trajo un amante, bendito el día,
Y encontré mis amores completos, vuestro amar cotidiano,
una vida en plural, una tribu,
un hogar, familia, un regazo.
Aquí mi vida entre vosotros,
como héroes admirados,
Aquí vivo a vuestro lado, cara a cara, mano a mano.
Quisiera cubriros de riquezas,
como un rey al final de los cuentos.
Quisiera envolveros en oro,
Y devolveros todo, tanto…
¡Brilla! – me decís – ¡brilla!
Me empujáis a la vida
y yo, bailo.
Se me encienden luces por dentro,
Luciérnagas, hogueras, un faro.
Un cometa me cruza los ojos,
Cae como lluvia en los párpados.
Bailo con los árboles, me mezco
Me envuelvo entre sus ramas, soy pájaro.
Me fundo con las hojas, con las flores
Me disuelvo entre la tierra, me deshago.
Y, otra vez, soy Una con el Bosque,
Otra vez,
soy un bicho salvaje en el campo,
la niña pez, la niña rana,
La niña entre cabras, aquélla,
la soñadora, la ensimismada.
Y esta vez,
Esta vez, no estoy sola
Estoy con la mujer que ahora baila
Y todo celebra conmigo,
Todo se agita a mi lado
Y veo luz
Luz que brilla en la punta de las ramas,
Luz que se escabulle, saltando,
Veo luz que abre sus pétalos,
Luz que agita los helechos
la luz en el agua vibrando,
Siento luz
Que gira, por dentro
Siento luz que me envuelve y me estalla.
Siento luz que me sacude a carcajadas.
¡Brilla, brilla!
Me grita una voz en mi pecho.
¡Brilla!-me gritáis-¡ brilla!
Y quiero cubriros de oro
Como los reyes su cetro
Quiero irradiar alegría,
envolveros en luz, quiero
que brilléis conmigo,
Que soy el Bosque, que soy el Todo,
que soy
un cuento.
Elena Moradoinvierno 2023